Características Laycos

Los Árboles Ya Cuentan Oscuros Secretos – Capítulo VI

-Ella no puede saberlo nunca, me oyes, ¡nunca!. Correría un gran peligro.
-No te preocupes, no lo sabrá.-

Noa comenzaba a sentirse mareada. Se levantó del ordenador y tambaleándose logró llegar a la cocina. Agarró la botella de alcohol más cercana que tenía, las opciones eran muy variadas. Vodka fue el premio en aquella ocasión.

-No puede ser.- Se dijo a sí misma, después de echar un gran trago a la botella. -Nadie sabía lo de los delfines, nadie excepto...- Pero eso era imposible.

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De repente, un sonido salido de su ordenador atrajo su atención. Un beep fuera de lo normal y que no había oído nunca. Se acercó lentamente y miró a la pantalla.

-¡Lo que faltaba!- Exclamó.

El disco del ordenador está casi lleno

Un mensaje en una nueva ventana le indicaba que su disco duro estaba lleno y eso sólo podía significar una cosa: Ya no podía seguir descargando información desde Laycos.

Aquello, a priori, era un gran problema, no sabía cuánto tiempo más iba a tener acceso a aquella red con aquella información tan valiosa. Y justo en esa frase encontró la clave para solucionar su problema. Tenía en su mano una de las herramientas más potentes de comunicación existentes, y si no sabía hasta cuándo tendría acceso a aquella red, siempre podía crear una suya propia, a la que sólo ella tuviese acceso y subir así la información que iba descargando.

Noa pensó que ya iba siendo hora de cambiar de ser una usuaria pasiva de Laycos, que utilizaba los recursos a los que había sido invitada y convertirse en una usuaria activa, creadora de estructuras de datos y contenido. Dicho y hecho.

Noa pulsó en el icono de Redes y una vez en la ventana correspondiente, accedió a Nueva red. Un nuevo diálogo le preguntaba el nombre que quería asignarle. Red de Noa. Sencillo, simple y sin complicaciones.

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Una vez creada, otro diálogo le permitía crear grupos dentro de la misma.

De Laycos había aprendido que una buena estructura era crucial para mantener organizada la información. Pensó en los documentos que había descargado y creó los grupos necesarios para mantenerlos organizados.

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Finalmente, se le permitía invitar a otros usuarios de Laycos a la red y grupos que acababa de crear, pero por ahora pensó que aquella documentación debía ser sólo para sus ojos.

Ya no había vuelta atrás. Una de las ya casi 17.000 redes que existían en Laycos era suya. Por un momento, sintió algo muy parecido al orgullo.

Era el momento de ponerse manos a la obra y subir toda aquella información que ya no cabía en su portátil. Sabía que al crear una nueva actividad dentro de una red, podía añadir ficheros a la misma, pero para toda aquella cantidad de información, le parecía algo bastante poco óptimo. Así que se decantó por acceder a la red a través del Explorador de archivos. Esta vista le permitía ver todas las publicaciones, pero poniendo como centro de la información a los archivos, y éstos incluso, ordenados por carpetas.

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Del mismo modo, le permitía seleccionar o incluso arrastrar nuevos ficheros dentro de la ventana, lo que permitía añadir este nuevo contenido a la red de una forma tremendamente sencilla.

Pero no sólo eso, si lo que arrastrábamos a la ventana era una carpeta con una estructura de subcarpetas y ficheros dentro de ella, Laycos la respetaba y creaba la misma estructura dentro de la red.

Noa no daba crédito a lo que veían sus ojos. Ella, sin ninguna experiencia en nuevas tecnologías, había conseguido subir toda aquella información a Laycos con unos simples clics de ratón y arrastrando unas carpetas a la estructura creada. -¡Esto es increíble! -.

Una vez pudo subir toda la información que previamente había descargado, logró liberar espacio de su ordenador para volver a realizar la misma operación con nuevos ficheros.

Pensó que sería alucinante el poder compartir la información de una red a otra, sin necesidad de descargarla al ordenador, simplemente con arrastrarla de un lado a otro. Noa pensó, -¿por qué no probarlo?, ahorraría muchísimo tiempo.-

Ante su asombro, vio como un fichero que arrastraba de la red de papá se copiaba en su red, sin pasar por su ordenador, sin necesidad de liberar espacio, y siendo accesible desde cualquier lado. Noa cada vez comprendía mejor y asimilaba una de las máximas de Laycos:

Si no está en Laycos, no existe.

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Sin embargo, lo que sí estaba en Laycos y por tanto, sí existía, era aquella actividad que le preguntaba por algo que sólo ella y su padre, Harold Macmillan, sabían. Era la pregunta que Noa le había hecho justo antes del accidente que los había separado para siempre. Y ahora alguien tras una identidad de Laycos, se lo estaba preguntando.

Noa se armó de valor, accedió a la actividad, ¿Has conseguido nadar con delfines?, pulsó sobre Escribe una respuesta..., y tecleó algo que según lo escribía, ya se estaba arrepintiendo. Después de pulsar en el botón de Publicar, pudo leer su propia contestación:

¿Papá, eres tú?

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